La localidad de Belén, a la vera del río homónimo en la RN 40, está enclavada sobre este curso de agua, en un pintoresco paisaje serrano que alardea al borde del extenso y árido campo, a aproximadamente 1.000 m.s.n.m.
Con el nombre de San Juan de Rivera fue fundada a principios del siglo XVII y sus habitantes la abandonaron en 1667 cuando se produjo un alzamiento de los indios diaguitas.
Seduce al visitante por su historia, tradiciones, naturaleza y espiritualidad.
El Mirador de Belén domina el paisaje desde la cima del Cerro Oeste, donde se erige el Monumento a la Virgen, una imagen visitada por multitudinarias peregrinaciones en oportunidad de cada Semana Santa.
Esta obra fue inaugurada en 1982 con el lema “Monumento a la Virgen de Belén para la Reconciliación Nacional”, cuando esa ciudad cabecera del departamento cumplía 301 años de vida.
Desde el cerro hay bellísimas vistas de la villa, el verde oasis y el río. El camino atraviesa un sendero empinado, largo y muy agreste, que en verano conviene hacer muy temprano o al anochecer.
En lo más alto del cerro, una Virgen con un niño en sus brazos custodia los días y noches de las treinta mil almas que habitan la pequeña ciudad con aires pueblerinos del oeste catamarqueño, conocida y autoproclamada como la “cuna del poncho”.
Ubicada sobre el Cerro El Tiro, su construcción llevó tres años de arduo trabajo: es de 20 metros de altura y se erige a 1.500 m.s.n.m.
En su santuario ejercen acción pastoral el equipo de Caritas, el de Catequesis, el de Liturgia, la Legión de María, los alumnos de la Escuela de Ministerios Laicales, el Movimiento de Cristiandad, el Grupo Juvenil y los Encuentros Parroquiales.

El cuarto templo levantado en la villa bajo su advocación, construido por los inmigrantes italianos Dane y Gini e inaugurado en 1905 tiene un frente neoclásico que repite la imagen ya consagrada de la Catedral de Catamarca (Caravati, 1869), pero con una sola torre. Una obra de muy buena factura, cuya mampostería, hoy a la vista, estaba destinada a recibir revoques y finos enduídos.
Sorprende la ingeniosa escalera sobre la arquería de ladrillo junto al pórtico de acceso. El interior es imponente, de filiación italiana, pero su bello ornato original fue destruido por un terremoto.
El altar, construido originalmente en oro, fue modificado en 1966 por una disposición del Concilio Vaticano luego del gran terremoto que azotara la región y en 2007 se hicieron más refacciones para su centenario.
Ubicación: frente a la plaza.

El pueblo se reconstruyó varias veces por ser escenario de diversas batallas. Fue la primera localidad que fundaron los españoles en la provincia, que se halla dividida por el río Hondo. Casas bajas de adobe con puertas muy bajas; frentes en que alternan los colores pasteles con algunos violetas y verdes; dos plazas, dos iglesias, muchos nogales y ruinas incaicas componen un paisaje detenido en el tiempo. Las Ruinas de El Shincal, permanece como un parque arqueológico protector de lo que habría sido la capital de una provincia incaica.
Ubicación: a 281 kilómetros de San Fernando de Catamarca y a tan sólo 14 de Belén, Londres, la segunda ciudad más antigua del país es también conocida como la Capital Nacional de la Nuez.
INGREDIENTES
PARA LA MASA:
PARA EL RELLENO:
PREPARACIÓN
Mezclar la harina con la grasa o manteca, agregar el agua con la sal hasta obtener una masa compacta.
Amasar bien y dejar descansar 10 minutos.
Luego cortarla en pedacitos y estirarla con el oflador hasta hacerlas redondas.
Para el relleno, calentar la grasa en una olla y añadir la cebolla picada chiquita.
Cuando esté cristalina, agregar la carne picada y revolver hasta que pierda el color rojo. Incorporar el pimentón,

Hernán Paganini

